Desde Tunía, patrimonio cultural del Municipio de Piendamó, Phánor Terán
El alcalde de Morales, como ya lo expuse algunos días ha, tuvo a
bien quejarse de que los contratos nacionales ya vienen contratados. La nación,
como siempre, piensa por los demás, decide por los demás y juzga que los
honorables están en el Palacio de Nariño. La mejor muestra de honorabilidad
pues, siguen siendo los Nule. Eso que ni qué.
Y a propósito en el Plan de Desarrollo de Morales, al plantearse
la situación cultural, se dice que ha habido mucha inversión en los pasados
gobiernos locales en cuanto infraestructura cultural y que ya es hora de
dedicar esfuerzos a la identidad, a la recuperación de valores y demás
cantaletas veintijulieras y cantinflescas.
Aquello que se llama inversión en infraestructura cultural no es
otra cosa que la inversión en los famosos salones comunales.
Yo distingo entre infraestructura cultural social e
infraestructura cultural artística. Porque una cosa es un salón para reuniones
con una especie de tarima en cemento, angosta, sin ningún implemento y sin
ningún acondicionamiento para los digamos “actores” de tales espectáculos
comunitarios, donde como en las iglesias no hay un orinal, ni un camerino para
cambiarse, ni estantes para guardar la ropa, ni bodegas para ubicar implementos,
ni un tablero, ni un botiquín de primeros auxilios.
Y la infraestructura cultural artística que exige al menos un
tablado bien construido y espacioso para que puedan presentarse cómodamente al
menos 12 parejas de danzantes, tramoya para ubicar las escenografía, las luces
y demás necesidades, con suficiente espacio visual y no como el famoso salón
del Instituto Técnico de Tunía, donde el ingeniero genial tuvo la osadía de
meter una cercha en mitad del escenario a 3 metros de altura, telones que
permitan crear una atmósfera agradable, a más de una buena acústica que no se
hace levantando paredes de ladrillo a diestra y siniestra.
Lo que los alcaldes llaman INFRAESTRUCTURA CULTURAL ya sea la
social o ya sea la artística es un contrato ya contratado que para nada
consulta a la opinión artística y menos a la opinión técnica que preserve las
buenas condiciones para la observación, contemplación y disfrute de los
acontecimientos sociales y artísticos.
Así que es importante y necesario que el alcalde y los alcaldes
observen la paja en el ojo nacional pero también importantísimo que observen la
viga en el ojo propio. Los miserables, mediocres y cantinflescos Consejos
municipales de cultura podrían ocuparse de ello, en cada localidad y ponerle
dientes a la conciencia sobre el despilfarro que significa la potestad de los
burgomaestres de disponer para sus chanfainas y demagogias lo que podría
redundar en el bienestar cultural, artístico y colectivo.
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