Reflexiones de Mateo Malahora
- Los fabricantes de pobreza y miseria, practicantes de la caridad
cristiana, regresaron tranquilos, sin rubor alguno, a sus nichos donde
conservan el poder, se confesaron, comulgaron y fueron nuevamente perdonados.
- Los dueños del agua y la comida en el mundo, propietarios del
mercado, que nunca admitirán que el hambre que soportan los pueblos es un
genocidio, recibieron las mercedes de la eucaristía y podrán dormir tranquilos.
- Los asesinos, amparados en la legitimidad de establecimiento o al
margen de las instituciones, sintieron alivio al recibir las bendiciones
sacramentales y la virtual supresión silenciosa del “no matarás” en los códigos
morales de la sociedad.
- En consecuencia, si se trata de recurrir al nacionalismo, la
defensa de la familia, la propiedad, la patria y la religión, siempre habrá
carta blanca para las ejecuciones extrajudiciales, así como para el asalto
criminal de los alucinados de fusil al hombro en los caminos.
- Los nuevos y viejos oficiantes del poder, al servicio de los
salteadores del erario público, desde las trincheras de los partidos políticos,
continuarán escamoteando con alucinantes discursos populares y académicos,
legitimadores de la injusticia social, la sed de hambre y justicia de los
irredentos.
- Exigir que se abra el poder para dar acceso a la riqueza social,
confiriendo más a quien más necesita y exigiendo más a quien más puede, para
que en vez de distribución de la pobreza y las necesidades vitales haya equidad,
todavía es una herejía política que se paga con la hoguera.
- Un graffiti, que reivindica el humor, la gloria de vivir, la
estética de lo popular, el sueño lúdico de cambiar el mundo, puede significar
un tiro por la espalda en defensa de la higiene social: la profilaxis de la
coerción institucional.
- Y comenzando apenas el Siglo XXI observamos la salvaje burla de
los poderes financieros transnacionales que celebran la desaparición de los
Estados. Con la farsa siniestra de sus declaraciones y exigencias proclaman que
son los salvadores supremos.
- No obstante, por la base, y muy a pesar de las dictaduras
mediáticas, los desheredados, los hambrientos y los hombres y mujeres que no
comulgan con ruedas de molino, que se resisten a recibir credenciales de ciudadanos
ejemplares, y neutros frente a la miseria de sus iguales, trabajan por el
advenimiento de sociedades donde la igualdad, la justicia y la paz no sean un
mito, ni permanezcan crucificadas en los altares donde se rinde soberbio culto
al gran capital.
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