Rodrigo
Valencia Q – Donaldo Mendoza
Especial
para Proclama del Cauca
R: —Cuando uno es joven,
adolescente, las ansias de libertad objetan cualquier juicio serio; Se
precipita uno en las decisiones. Pero hay adorables equivocaciones. Después, en
la “madurez”, a veces uno se lamenta, los caminos transitados cantan otros
tonos.
D: —En el momento de la elección
se hace uso, al parecer, de todas las facultades. Esos juicios "a
posteriori" no valen.
R: —Uno valora y juzga a
posteriori; toda experiencia se somete a ese balance, y la memoria ayuda.
D: —Tú lo dices, es un juicio
extemporáneo; cuando haces la elección te sientes cómodo.
R: —Los caprichos ayudan a
elegir... y a equivocarse. O si no, se sigue la ola general, y quizás termina
uno convertido en un jubilado con estatus oficial y con mente de esta tierra, y
entonces se termina mirando lelo por ahí, con los ojos de la multitud. Yo
prefiero extraviarme por vías diferentes, por los caminos del misterio.
D: —El destino se interpone,
señala toda dirección presente a seguir.
R: —¡Oh día en que nacimos! ¿Pero,
por qué lamentar esta eterna aventura? Todavía trinan los pájaros y los niños
sonríen, para regocijo de todos.
D: —¿Lamentas haber nacido?
R: —No me acostumbro en esta tierra
hostil, extraña, llena de truculencias, despierta a la oscuridad.
D: —Parece que estuviéramos de
retorno a los misterios.
R: —Soy andariego entre
misterios; no concibo la vida sino como el gran misterio, la ecuación
indescifrada que nos bloquea la existencia. Una vida sin misterio es pura
llaneza sin color, sin sal, sustancia ni sabor.
D: —Además, el misterio es
hábitat propio de todo artista.
R: —Tengo un cuentico: El
misterio me miró profundo. Su bolsa de mercancías pendía de su cuello
invisible, él andaba con paso furtivo entre todas las huertas y jardines. Nadie
lo veía, ni siquiera los animales que dicen tienen un olfato para lo
desconocido. Pero él me miró de frente, yo lavé mis ojos para saber si era
cierto. "Nada es cierto ni mentira hasta que puedas conocerte a ti mismo;
la ciencia no surge de otro pozo, y menos de los lugares donde no hay agujeros
negros", me dijo. "Préstame tu vista", le contesté, y entonces
el cielo y la tierra abrieron sus cráteres secretos, en cada uno había mil
ojos. "Son tus ojos y los míos", me dijo; "tienes que entenderlo
de una vez por todas". Recogí cuidadosamente cada ojo en mi canasto, ellos
me vigilaban y yo los vigilaba a ellos. Los árboles pasaron a nuestro lado, nos
miraron sin asombro, me ofrecieron su jugo prohibido. "No debes salir a
pregonarlo", me ordenó él; y entonces todos esos ojos entraron en mí, y yo
lavé mis días pasados, presentes y futuros. La Montaña Blanca me tragó, mi
funeral fue el comienzo de la vida.
D: —El artista penetra misterios
que después la razón explica en lenguaje de símbolos.
R: —Ubico mis espacios en un
tránsito allende la razón; así no me veo obligado a disponer de la obligación y
comodidad de la lógica. Cualquier ultrasímbolo me interesa; es como situar lo
problemático del misterio en sus lugares propios.
D: —Hay algo de azar en el arte;
quizá por eso el juego atrajo tanto a Dostoievski.
R: —El arte, paradoja del azar
atado a lo minucioso del destino que obliga. El creador es un juego de circunstancias
en donde el privilegio, la reflexión, el hado que protege o rechaza, la razón y
la pasión, el deseo y la libertad, se toman de las manos. Nunca habrá un arte
completamente libre, nunca habrá la certeza de una inspiración sin motivos
previos. Todo es un sortear circunstancias preexistentes en el menú infinito de
los acontecimientos del universo.
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