Por Freddy Antonio Parra Peña, MSc
Comparto mi sueño: imagino a San Andrés
de Pisimbalá en el oriente del Cauca como un escenario de conciliación en lo
pedagógico, un espacio de complementación de dos grandes visiones en lo técnico
y una interesante oportunidad de experimentación en lo político. Ese es el escenario
que quiero imaginar. Sin remembranzas de épocas no tan fáciles, evocando así el
dulce olor a trapiche panelero al amanecer de la molienda.
Los vestigios arqueológicos,
únicos en el mundo, el paisaje hermoso, el aire tibio, todo enmarcado en un
sueño colectivo donde quepamos bajo un solo tono de armonía los indígenas, los
mestizos y también los extranjeros que en su mayoría respetan, aman y aportan a
la economía local.
El enfoque pedagógico académico
ha sido cuestionado por su ‘disciplinariedad’, por su visión descontextualizada
causal de mínima motivación.
La visión circular de la cultura
“Nasa” permite materializar el planteamiento formulado por grandes pensadores
como D.T. Suzuki & Erik From hace ya muchos años cuando retaban al mundo
académico a buscar la complementariedad de las dos visiones: la lineal y la
circular. Es ahora la oportunidad de plantearle a quienes gobiernan la
necesidad sentida de buscar puntos de encuentro en la divergencia.
En este escenario tan
representativo donde confluyen dos vertientes del pensamiento pedagógico,
considero que es oportuno y necesario motivar la discusión civilizada tendiente
a construir y materializar el sueño intercultural en la sana convivencia, le
planteaba hace un par de años a un dirigente indigenista. Ahora, con ocasión de
los desafortunados acontecimientos por todos conocidos, me permito replantear
la necesidad de propiciar un escenario de conciliación ubicado en principios
básicos de la convivencia y la prospección.
Desde lo técnico agroambiental,
quienes hemos compartido acciones tendientes a la activación de la economía
local aceptamos que el enfoque disciplinario aplicado a la producción
agropecuaria ha sido incompleto. La prueba es la constante degradación del
recurso ambiental y la baja adopción tecnológica por parte de los agricultores.
Es muy posible que se deba
implementar la visión sistémica aplicada al componente productivo ya graficada
por algunos investigadores de las ciencias sociales bajo el respeto hacia el
sentir ancestral de la cultura “Nasa”.
La materialización de estas
acciones generará un escenario de discusión técnica en el diseño y validación
de propuestas debidamente concertadas con los representantes de las diferentes
etnias: campesinos – indígenas, lo cual llevará a compartir un sueño donde
todos quepamos, en lugar de apelar al burdo y odioso comportamiento violento como
único instrumento en la combinación de formas de lucha fratricida.
¿Será que en lo político, si toda
una comarca se une en escenarios debidamente concertados, logra mayor impacto
que en la brutal disgregación que solo presagia escenarios de más violencia,
tristeza y anarquía?
Invito comedidamente a los
representantes del sector gubernamental a motivar la participación activa de la
comunidad interétnica y permitir la formulación de un plan de acción con visión
integral como un aporte que la historia lo reconocerá indudablemente por encima
de intereses en una lucha inmisericorde de “clases sociales” que no es otra que
la continuación de una confrontación antinatural, virulenta y fratricida.
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